De todas las obras que he leído de esta autora, ésta es la que más me ha llenado, la que me parece una gran obra literaria, no únicamente entretenida o no. Pienso que aporta mucho a la mirada lectora, esa que mira por dentro desde la palabra leída. Un bello espejo para ver los sentimientos. En esta novela uno especial, el flirteo. O puede que sea una manera de vivir el sentimiento en sí.

Es preocupante que sea difícil de encontrar este libro en las librerías. Lo he tenido que adquirir a través de Internet, un ejemplar de segunda mano, editado el año 1965. Merece la pena leerlo. Como todos, o casi todos, pero el que analizamos de una manera especial. Es una redacción ágil, amena, donde las palabras ruedan a lo largo de la historia y llevan al lector a implicarse con lo que cuenta.

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Trata de una etapa de la vida de la autora, quien novela su biografía: “He tenido primero que vivir, divorciarme luego, y después continuar viviendo”. Lo cuenta ella en el prefacio, evoca seis años de una época de su vida, cuando trabajó en un espectáculo musical: “El oficio de los que no aprendieron ninguno”. Donde, aclara, por cierto, que no vio a hombres que no fueran honrados, ni mujeres malévolas, sino que vivió mucho compañerismo y un bello ambiente.

Vivió la protagonista /autora ocho años de matrimonio y tres de separación, que son los que lleva en el mundo de las actuaciones. Convierte a su marido de la realidad, escritor, en un pintor, a quien alega de adoptar un cinismo de hombre apuesto. Su mayor genio es la mentira, siendo el adulterio una forma más de la misma. Saca a relucir, al final de la segunda parte la jugada que hizo el primer marido de la autora, pero también de la protagonista, pero ¿no era pintor? “me hurtó hábilmente los derechos de autor”¿Quién de todos los que representa esta persona es?, no lo sabe. Le consideró un genio, otras veces similar a Maquiavelo. Tuvo talento. Reconoce que le amó, que sufrió por él. “Nadie comprendió nuestra separación: ¡Cómo tras ocho años de ser engañada ahora se le ocurre quejarse!»

Da importancia al azar en la vida. Desde que actúa deja de pertenecerse, ya que se debe al público y ha de convertirse en “la artista”, a la que luego, a la persona real pero vista a través de la mujer del escenario, pretenden hombres, la invitan a cenar, mientras que ella con un aire desenfadado da largas, pero admitiendo que forma parte del mundo del espectáculo.

En ambiente en el que vive forma el halo de la novela, el caso de una vecina que toca el piano, una ramerilla que hace demasiado ruido, una portera que lo cuanta todo. Los personajes que forman parte de su entorno, Blandine: la chica que le asiste. Brague, un mimo, compañero de espectáculo, quien le enseñó a hacer de pantomima, por eso fue bailarina y mima. La bailarina Jadin, de dieciocho años. Stéphane, el bailarín. Fue quien le vendió la perra.

Otra curiosidad es el enfoque del momento al cine, “el cinematógrafo”, “que amenazó con la ruina a los humildes artistas”, se someterán después a un trabajo anónimo de extras. También describe las fotos: “Instantánea mal lavada, amarilla de hiposulfito…”.

La protagonista, Renée Nére, se encuentra sola con treinta años. Blande le dice que lo está porque quiere, ¡con tantos pretendientes! “La soledad es como un vino embriagador que emborracha de libertad, pero otras veces en un veneno”. Tiene una perra, Fossette. Otra es Nelle, que actúan en la primera parte. La protagonista / autora se habla interiormente, por la necesidad literaria de apresar, de escribir lo que piensa. Por mucho que le aplauda el público no tarda en olvidar.

Nos habla del “chulillo”, un tipo que abunda en los barrios que acuden a las actuaciones para aplaudir, gritar, que saben colocar frases picantes y entusiasman a la sala.

¡Escribir!, descargar lentamente sobre la cuartilla virgen aquello que surge de la orgía de la invención. Derramar con lágrimas toda la sinceridad de una misma. Placer y sufrimiento de ociosos. “hace falta mucho tiempo para escribir”. Saber dominar la frase que se ajuste a lo que se piensa. Escribió varias novelas. En esta parte la autora se asoma más de la cuenta. No pega a la protagonista haber escrito tres novelas, una con más éxito que otras. Siendo la última, la que menos gustó y que apenas se vendió, la cual “es mi obra maestra desconocida y mía”; “La quiero con toda mi alma; “la encontraron difusa, confusa, incomprensible, y larga”.

lejos de la imagen que se tiene de frivolidad con respecto a esta autora, profundiza en el mundo de los sentimientos.
Colette en su época de bailarina

Va a verla a su camerino después de actuar un hombre que no se ríe porque la desea, piensa ella. “Écheme, soy un estúpido, pero no sin antes haber opuesto mis saludos a sus pies”. Sus conquistas amorosas que no van más allá de ser admirada son del tipo del caballero de la butaca cuarta, el caballero del proscenio, el gigolo del anfiteatro: cazadores que acosan a las mujeres. No le escriben cartas, sino notas apremiantes que muestran su deseo, no sus sentimientos.

Hace Colette casi un estudio anatómico de los sentimientos, de un tipo de relación entre el hombre y la mujer. Además es un tema de mucha actualidad. Considera que su ex marido supo manejarla como hembra: “Las que habiendo perdonado la primera vez se convierten, mediante una progresión hábilmente conducida, en alguien que siempre soporta, ¡que dueño más sabio hallé en él!”. “Sólo por el dolor una mujer puede ir más allá de la mediocridad”.

Un nuevo enamorado le regala un ramo de flores, con una nota. Es Dufferein-Chautel, “un hombre paciente que me acecha”; “el grandísimo tonto”. Le recuerda que existe el deseo “semidiós imperioso, fauno en libertad, que retoza en torno al amor y no obedece al amor”.

A su admirador, que la pretende, el llama “su emamorado”: “No es amante, ni mi capricho, ni mi chulillo”. Va a precisar la relación entre ambos, al menos una etapa para describir un sentimiento especial y específico. “Por qué éste y no otro?” La codicia a ella. “¿Que lindo pasatiempo para una coqueta, ¡que flirteo más bueno, excitante y completo!”. Le compara con el caballero de la Triste Figura. También a su viejo amigo hamond, pintor, le compara con la cabeza de don Quijote enfermo. Y referencias a España además sobre un fieltro español y un rostro catalán. Los valles estrechos y el césped de España, la plazuela vasca donde humea el oscuro chocolate.

Renée se ve a sí misma, en cuanto artista, como una vagabunda, pero no quiere dar vueltas sobre lo mismo. Cuando va de gira se verá como una vagabunda a sueldo.

Para la protagonista “los enamorados siempre son algo idiotas”. Ella reconoce también amó imbécilmente. No quiere a nadie en su vida. Quedó escaldada de su relación de ocho años de matrimonio. Su enamorado se fija en otras actrices. A ella le aplaude con fuerza y le tira besitos. Le manda flores, va a verla al camerino.

Le proponen una gira por Francia. Es una oportunidad y ganará más dinero. Para celebrarlo va a brindar con su pobre enamorado: simpático, pulcro, bien peinado, solícito. Piensa que no le volverá a ver. Pero percibe que reaparece su enemigo, “mi atormentador: el amor”. Él se queja de que le trata como si simplemente la cortejara, cuando “¿Y si yo fuese un hombre que la ama?”; “Le es odiosa saber que la quiero?” Ella va a cumplir treinta y cuatro años. “No le echo de menos, no le deseo, pero pienso en él”.

Siente la mirada de su enamorado, que queda callado en su camerino, contemplándola. Cede ante él, Maxime, “y llegó el castigo en forma de un beso fracasado que dejó mi boca decepcionada”. Éste es menos grave que miradas llenas de complicidad. Colette desidealiza el amor, la relación incluso de placer. La protagonista provoca al “tontísimo enamorado”. Piensa entablar relaciones con él hasta iniciar ella la gira. Este hecho le hace reflexionar a la autora, mediante la protagonista, sobre la libertad y el amor y la relación entre ambos conceptos o vivencias.

Se da cuenta de que quiere a su perra, porque sabe que ella le ama. Ser amada por un hombre le hace abrirse a su enamorado. No usa la palabra “amado”. Lo primero va de él a ella. Amar significará, piensa, extraer la belleza de su pasión. El afecto no es el camino del amor. Colette se detiene en describir sensaciones, sentimientos como paisajes interiores al modo de Marcel Proust.

Escribe como persona y como mujer.
Colette

El primer amor no volverá a serlo, “sólo lo único es bueno”; “Es el único que no se anuncia, ni se escoge ni se discute”. Volver a amar ¿una nueva caricia? La autora desgrana las diversas fases de amar. “¿Un nuevo amor destruye el primero?”

Maxime no tiene oficio. Vive de las rentas de un bosque del que es dueña su familia. Se enamoró a primera vista. Le ve rudo como un campesino, con ojos de lobo enamorado. Ella no lo entiende. ¿Matrimonio?, esto convierte al amor en obedecer. Maxime le ofrece dejar la gira, vivir con él, de su dinero. Renée se plantea la maternidad, dedicarse al espectáculo ¿le hace ser un monstruo? Todo son dudas. Cuestiona esta novela muchas premisas relacionadas con los sentimientos, pero no establece nuevas En realidad ¿qué podemos razonar? ¿Lo que atrapa es la pareja o los sentimientos?

¿Por qué él y no otro?” Accede a él: “Hembra fui y hembra vuelvo a ser, para sufrir y gozar”. Describe con una sencillez y belleza el lesbianismo: “Mujeres que amaron sinceramente y apasionadamente a las mujeres, conservan un indefectible atractivo que los hombres jamás percibiréis”. Una amiga suya lo es, y quienes no la comprenden lo llaman “vicio”. Muchas mujeres perciben en ello el placer de huir de hombres perversos y saborear la amarga dicha de sentirse iguales, ínfimas, olvidadas…

Renée va de gira. La novela se convierte en un intercambio de cartas de amor, el cual se construye y a la vez se va descontruyendo, que no es destruirlo. Con Max descubre el amor, ¿o lo que hace es intentar plasmar su deseo de amar? En la distancia descubre la belleza de su tierra “porque la he perdido”.

A través de las cartas él le pide matrimonio, lo cual ve ella como una autiridad soberbia al disponer de su futuro, “de mi corta vida entera”. Al estar lejos le empieza a ver mejor. Siente un eco diabólico que le hace dudar del amor, que le hace sopesar entre ser esposa o seguir siendo actriz, de lo que por ora parte se queja de tanto jaleo, de ganar poco, el cansancio. En las cartas se entrega a él. Pero luego se arrepiente. “Querido amigo heroico, ¿por qué no amarás a otra?”

La voluptuosidad ocupa un lugar pequeñito y ardiente. Reconoce que empieza a mentir al escribir. Se siente abrumada por tantos dones que él le ofrece. “Una noche soñé que no amaba y esa noche descansé, liberada de todo como en una dulce muerte”. Sufre. Escribir sinceramente le alivia. Pero admite que no sabe decir toda la verdad. Tiene miedo a envejecer, a ser traicionada. Las cartas son una observación de la psicología del amor. Se percibe miedo a amar. “No tienes peor enemiga que tú misma”. Sigue recorriendo ciudades.

Casi al final Colette describe una escena tremendamente bella, elegante, sobre la autosatisfación, sin caer en lo soez ni en la vulgaridad, un texto literario precioso, por la manera de darlo a entender. Únicamente he leído algo parecido en el poemario “Pálpitos de Luna nueva” de Alicia López. Es esencia de literatura. Escribe Colette: “Mi cuerpo un poco agotado, experimenta una ilógica crisis de intolerante castidad, de la que voy a parar a una hoguera, encendida en un instante por el recuerdo de un perfume, de un gesto, de un grito de ternura una hoguera que ilumina las delicias que no he tenido, en cuyas llamas me consumo inmóvil y juntas las rodillas, como si el menor movimiento corriera el riesgo de aumentar mis quemaduras”.

Escribir es querer retratar el tiempo.
El tiempo pasa.

¿Qué es amar y qué el amor?, es una cuestión que late en la novela, quizá sin respuesta. Lo trata de resolver y se encuentra que lo ha de encontrar en sí misma; “¿Hasta cuando me voy a encontrar con ese hombre entre las piernas?”… “¡Basta de hombres!” Quiso amar a Max, pero huye de su relación. Vuelve a ser sola y libre. Él es joven, ardiente, celoso, sinceramente prendado, “a eso se llama dueño”. “Es el ladrón que me roba a mí misma”. Le deja. Irá a una gira por América. ¿Renunciar a ello? Se pregunta por su maternidad fracasada. Se contempla como una enamorada del Amor. No quiere ser de nadie. Lo que hoy son mensajes hechos fueron años atrás reflexiones, sentimientos contradictorios. ¿La relación de pareja encierra? ¿O es un apoyo?. Quizá la convivencia no sea un mero hecho, sino un sentimiento, el de convivir con alguien, querer convivir con él que sucede en paralelo a otros sentimientos, pero nuestra sociedad ha mezclado todo, se forman amalgamas de sentir que nada tiene que ver con el fondo humano. La literatura lo muestra, la gran literatura como lo es esta obra de Colette. ¿Aprenderemos a dejar que rebose el amor?

Plantea su “orgullo de pobre”. “La felicidad no es lo único que da valor a la vida”. “Vagabunda y libre anhelaré a veces la sombra de tus paredes”.

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