Esta obra la leí porque el profesor de filosofía, Miguel Ángel Castro Merino, insistió en que lo hiciera. Le parecía esencial, aunque sospecho que pasado el tiempo no tanto. A mí me sorprendió por las reflexiones que plantea el filósofo neerlandés, de origen sefardí al que las autoridades judías expulsaron del mundo judío. Diremos también que el libro de sus cartas, editado póstumamente, estuvo en la lista de obras prohibidas del Vaticano, año 1679.

Me llamó la atención las observaciones que hace de los sentimientos, describiendo tal cual el enamoramiento. ¡En una obra sobre la ética! Y es que hay toda una relación de causas interiores que nos hacen ver el mundo y actuar de una u otra manera. Hoy, esta mezcolanza es inconcebible, siendo fundamental, pero es que ya no se hace filosofía, sino que esta rama del saber se diseca, se ve su forma, su lenguaje convertida en una asignatura que hay que aprobar. Definiría a este judío filósofo como un existencialista metafísico. Cada cual que lo interprete a su manera.

Posiblemente, sin el empujón de Miguel Ángel, no habría leído nada sobre Spinoza, de quien sí me adentré en obras que hablaban del panteísmo y le citaban. No me interesaba demasiado. Pero me sucedió como con la obra de Karl Marx, lo que dicen de este y otros autores nada tiene que ver con lo que escriben, piensan y trasmiten. Se analizan en obras eruditas y ¡es un rollo! Al ir a las fuentes descubres una persona que ha pensado, escrito, que ha visto el mundo desde su experiencia y quiere comunicar con quien le lea, y que descubren mundos interiores. Ojalá viviera mil años para poder leer más. Contrario a la tesis del profesor Castro Merino, si nadie naciera ¿quién leerá estas palabras y otras por hacer? Sólo por esto merece la pena que crezcamos y nos multipliquemos, con cierta precaución, claro.

Vayamos a lo que nos dice Baruch. Quiere aprehender el concepto de Dios, sobre el cual dice que es la causa primera, la causa por sí, es decir que no depende de nada anterior a él, y es causa eficiente. De esta manera Dios es para él eterno e infinito. El atributo de Dios es ser la esencia de la substancia divina. Tan esencial es, en cuanto a ser el ser del ser (de lo sido, como término de la filosofía alemana) el fundamento de su panteísmo, según lo cual Dios es todo, no únicamente que esté en todo. Este matiz es importante en cuanto que es lo que define su ideal del panteísmo desde lo que explica la ética: “Todo está en todo.” Así al final de este libro dice: “La eternidad es la esencia de Dios.” Admitiendo que es una teoría, que de alguna manera busca en su introspección y de ahí lo tangible de lo que cuenta, compleja: “Todo lo excelso es tan difícil y raro.”

Mantiene que toda voluntad es hacia un fin, siendo causa necesaria de lo que suceda a muy distintos niveles. Sin embargo deja claro sobre “la voluntad de Dios, ese asilo de la ignorancia.” Concibe el alma humana como una parte del entendimiento infinito de Dios.

Las matemáticas tratan sobre las esencias.

En Ámsterdam.

La realidad son huellas de algo, pero son diferentes, y sirven para indicar cosas distintas. Pone el ejemplo de que las de un soldado hace que le descubra un enemigo. Mientras que las de un campesino nos hacen ver que ha usado un arado.

Hay una parte en la que pienso que coincide con Kant, en cuento éste filósofo de la razón plantea que creamos lo real en nuestra mente. Spinoza dice “imaginamos también el tiempo.”

Estudia el origen y la naturaleza de los afectos, en los que analiza meticulosamente la cuestión de los celos: “El odio unido a la envidia se llama celos que por ende no son sino la fluctuación del ánimo surgida a la vez del amor y el odio, acompañados de la idea de otro al que se envidia.” Es algo que me llamó la atención, por ser una filosofía en la que tiene muy en cuenta la psicología. Cuenta como el celoso imagina la cosa amada que se va con otro, pasando del amor al odio. El amor es fuente de alegría, que ve como sinónimo de placer. También diserta sobre el pudor. Nos lleva a la ética concreta, de la vida y no de manera abstracta.

Otra aportación que me ha parecido importante es analizar que los seres humanos estamos dentro de la naturaleza, es decir no estamos en ella, sino que somos parte de la misma. Esto nos debería hacer pensar que destruyéndola nos destruimos a nosotros, como está sucediendo. “Somos una parte de la naturaleza que no puede concebirse sola.”

Cita a Descartes, sobre las ideas claras y distintas. Xavier Zubiri los compara en una de sus obras: Descartes fue “voluntarismo de la razón”. Spinoza fue menos subjetivo. Sin embargo la ética de Spinoza está repleta de alusiones a la vivencia personal: “El alma es afectada.” “La insatisfacción causa tristeza.” ¡Tanta filosofía del Ser! Y en verdad el ser lo somos cada uno concreto.

Plantea que hay tres afectos primarios: La alegría, la tristeza y el deseo. Son las potencias del alma que hay que moderar y reprimir los afectos. El resultado es nuestro estado de ánimo, no es una moral lo que propone, sino un saber vivir. Dice que el amor da alegría, pero por causa externa. El miedo provoca tristeza tanto en relación al pasado como al futuro. La envidia genera odio, la ira venganza. ¿Acaso no está de actualidad esta reflexión? ¿Hemos de dejarnos llevar por la ira?, o ¿tenemos que salir de nosotros para disfrutar de vivir?, sin conseguirlo en un consumo infinito, al no reposar en nuestros pensamientos, en lo que sentimos interiormente.

Define servidumbre como la impotencia humana para moderar los afectos. Moderar en el sentido de ser dueños de ellos y no caer en sus trampas o espejismos. La ética es algo práctico, no una teoría. La avaricia viene de la ambición y da lugar a la lujuria, aunque no se considere que son enfermedades, él sí y para ello está la filosofía como sanación del alma. Por ello hay que conocer, dice, el bien y el mal de manera abstracta y universal, para poder actuar en lo concreto. “Las acciones las define las potencias de las personas.”

“El cuerpo muere cuando es un cadáver.” Esta frase tiene su miga, porque no es el cuerpo que muere el que se convierte en un cadáver, sino que al convertirse en un cadáver se produce la muerte. Como relojero que fue usa con una precisión increíble las palabras. Que no se conforma con definir, sino las explica.

Plantea un cambio de perspectiva que no se ha valorado suficientemente, se la ha llevado a la metafísica y sin embargo va a lo abstracto para volver a lo concreto: “El afecto deja de ser pasión cuando de él hacemos una idea, clara y distinta.” De esta manera recoge lo que usa Descartes para definir la razón y lo aplica a los sentimientos. Eso permite delimitar, saber qué nos impulsa, el amor no es convivencia, ni ambas cuestiones son enamoramiento, ni celos, ni amistad, ni apasionamiento, ni deseo porque cada función lo es en sí misma.

Para mí ha sido leer a Spinoza un descubrimiento, como lo fue “Pensamientos” de Pascal en su momento y “El discurso del método” de René Descartes. Tres pensadores que tuvieron ideas diferentes, pero complementarias y sacaron la filosofía de razonar lo irracional. Si Sócrates descubrió la razón contra los sofistas, estos tres filósofos abrieron su camino hasta llegar a Kant y luego lo demás, la razón del lenguaje, la ontología del tiempo, la dialéctica del ser, la nada ante el mundo y demás.

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